Hoy tuvimos una hermosa experiencia en el taller que
dictamos en la Casa de la Mujer, en San Martin Caracas. Lo que comenzó como un
taller sobre Rabietas Infantiles se terminó transformando en un hermoso y
poderosísimo Círculo Sanador. Entre lágrimas, risas y abrazos los asistentes
(incluyéndome) nos dimos una bella oportunidad de perdonarnos, reconectarnos y
sanar.
Cuando regresaba de allí, ya rumbo a casa fui
interceptado por dos individuos, uno de ellos revolver en mano, que trataron de
derribarme de un golpe y me dijeron que les entregara todo lo que tenía.
¿Qué tenía yo? Mi bolso, cargado de libros (Incluido
un hermosísimo libro de "Todo Mafalda" que mi querida y amada hermana
Isadora le había enviado con todo su amor a mi hija Eva), notas, apuntes, mi
celular (sencillo y barato) en el bolsillo, mi billetera con poco efectivo (en
Venezuela el efectivo es en este momento un lujo que pocos pueden cargar
encima) y las bendiciones y el amor que los participantes del taller me
regalaron con abrazos y besos apenas terminamos la actividad (Una señora mayor,
por cierto, me dijo al oído al despedirme: "Que Dios lo proteja").
Ahhh, unas guayabas y unas sardinas para mis gatos
que acababa de comprar.
Aún no sé por qué lo hice, pero mi reacción fue
defenderme. Entre golpes, patadas y forcejeo me quité a ambos delincuentes de
encima. El del arma me apuntó de nuevo y aún no sé cómo ni por qué no me
disparó. Ambos, sorprendidos y maldiciéndome terminaron alejándose lentamente.
Era como si no entendían el por qué no me mataban o seguían insistiendo,
mientras yo, entre la rabia, la indignación y la sensación de haber exigido mi
derecho a vivir en paz, recogía del suelo cada sardina y guayaba que se habían
desparramado por todos lados.
Aún recuerdo lo que pensaba y me decía a mi mismo
mientras recogía mis cosas y veía a los dos delincuentes irse como con ganas de
volver: "No lo acepto, no lo acepto, no destruirán mi alma, no, no y
no."
Ahora, ya en casa, después de abrazar a mi familia,
refrescarme, almorzar (tarde, pero lo hice), escuchar a Iron Maiden mientras me
tomaba un café y besar a mis hermanos perros y gatos, reflexiono y caigo en
cuenta de que pude haber sido herido, asesinado, o por lo menos despojado de lo
poco que tenía (menos de mi dignidad). Sí, reconozco que fue una imprudencia y
una locura enfrentar a estas personas, pero ya basta. No lo acepto, ni estoy
dispuesto a resignarme. No destruirán mi alma. No, y punto.
Mi pregunta principal es ¿Hasta cuando?
Dedico cada día de mi vida a promover la única forma
comprobable de erradicar la violencia, desde el útero, pasando por la crianza,
la educación y la sanación de la familia. Promuevo y practico el optimismo y la
gratitud cada día de mi vida. No pierdo una oportunidad para sembrar, donde sea
y cuando sea, una semilla de paz, de perdón y de conciencia, pero últimamente
siento que la desidia y el desinterés de quienes tienen en sus manos las
decisiones colectivas está cada vez más palpable y evidente.
Veo con mis ojos y siento con mi alma el compromiso
de los hombres y mujeres que asisten a los talleres y conversatorios, su
voluntad de ser agentes de cambio, su fe, sus ganas de no rendirse.
Pero a la vez, me siento cada vez más desprotegido,
en las calles, cuando compro (cada vez con más dificultad) los alimentos para
mi familia, cuando no encuentro medicinas ni veo voluntad de resolver dicha
escasez, cuando no salgo de mi casa porque es muy temprano (5 am) o muy tarde
(7 pm) y los delincuentes se sienten más seguros que yo en las calles.
Sigo creyendo, no destruirán mi alma, no acabarán
con mi fe en el mundo y en la humanidad, pero ¿y si no logro verlo por
convertirme en una cifra más? ¿y si le sucede algo a los míos por mi
insistencia? ¿podré perdonármelo?
No pretendo que esto se transforme en una especie de
queja estéril de mi parte, y mucho menos que se interprete como que me estoy
rindiendo. Quise compartir mi desahogo porque se que muchos quizá lo vean como
una respuesta a sus dudas, así como lo he visto yo mientras lo escribía.
Necesitaba contarlo para sentirme en paz con lo que siento en este momento.
El aprendizaje:
*Seguiré viviendo cada día como si fuese mi último
día.
*Seguiré eligiendo "mis batallas" y no
tomándome nada personal.
*Seguiré eligiendo y decidiendo a qué dedicar mi
tiempo y a qué no.
*Seguiré siendo prudente pero jamás me resignaré a
vivir con
temor.
*Seguiré leyendo las señales y continuaré en mi
decisión de avanzar y no estancarme.
*Esta noche oraré y pediré por esos dos señores que
trataron de hacerme daño porque aún no conocen el Amor.
*No permitiré que nada ni nadie robe mi paz. ¡No!
*Actuaré en concordancia con el respeto y el Amor
que me tengo a mi mismo y no esperaré a que me termine sucediendo algo que no
pueda contar luego.
*Seguiré amando, seguiré creyendo y seguiré ayudando
donde sea que me encuentre. Jamás dejaré que nadie me haga perder la fe en mi
mismo o en los demás.
*Valoraré cada momento que pase con la gente que
amo. Los abrazaré mucho más, escucharé con más interés lo que me digan y seré
más paciente y tolerante con ellos y conmigo mismo.
*Confiaré (las semillas estás sembradas y
esparcidas).
*Soltaré (muchas personas y muchos lugares aún me
falta conocer).
*Seguiré trabajando en la conciencia, personal y
colectiva. Seguiré trabajando en ayudar a la gente a empoderarse.
Las personas empoderadas y conscientes son inmunes a
la manipulación y el engaño por parte de políticos, populistas, pseudolíderes,
salvadores y "gurúes" que lejos de permitir el despertar, lo
entorpecen con su ambición, sus mentiras y sus discursos vacíos.
Las personas empoderadas asumen la responsabilidad y
promueven los cambios (me consta), pero necesita el terreno despejado para
poder ejecutar las acciones.
Las personas empoderadas no culpan a nadie, pero
requieren retirar cada obstáculo. Y el caudillismo transformado en demagogia es
uno de los más grandes, tóxicos y paralizantes.
Por eso dedicaré cada hora que me queda a empoderar
(aún más) a cada persona que la vida coloque en mi camino.
Por eso, sin descuidarme y sin descuidar mi propia
felicidad, seré más promotor que nunca del Amor, de la nueva conciencia y de la
libertad.
Por eso protegeré y amaré, aún más, a cada niño o
niña que la vida ponga a mi lado y será mucho más humilde para verme reflejado
en su mirada y en su sonrisa.
Por eso cuidaré aún más de mi jardín interno, lo
regaré con Amor, lo abonaré con perdón y cuidaré cada aspecto que florezca en
él, pero esta vez sin fronteras ni limitaciones físicas o geográficas, que
existen sólo en mi mente y que, de descuidarme, me impedirán volar...
Por Elvis Canino Doula