martes, 24 de octubre de 2017

Reflexión de un 24 de Octubre


Hoy tuvimos una hermosa experiencia en el taller que dictamos en la Casa de la Mujer, en San Martin Caracas. Lo que comenzó como un taller sobre Rabietas Infantiles se terminó transformando en un hermoso y poderosísimo Círculo Sanador. Entre lágrimas, risas y abrazos los asistentes (incluyéndome) nos dimos una bella oportunidad de perdonarnos, reconectarnos y sanar.

Cuando regresaba de allí, ya rumbo a casa fui interceptado por dos individuos, uno de ellos revolver en mano, que trataron de derribarme de un golpe y me dijeron que les entregara todo lo que tenía.

¿Qué tenía yo? Mi bolso, cargado de libros (Incluido un hermosísimo libro de "Todo Mafalda" que mi querida y amada hermana Isadora le había enviado con todo su amor a mi hija Eva), notas, apuntes, mi celular (sencillo y barato) en el bolsillo, mi billetera con poco efectivo (en Venezuela el efectivo es en este momento un lujo que pocos pueden cargar encima) y las bendiciones y el amor que los participantes del taller me regalaron con abrazos y besos apenas terminamos la actividad (Una señora mayor, por cierto, me dijo al oído al despedirme: "Que Dios lo proteja").

Ahhh, unas guayabas y unas sardinas para mis gatos que acababa de comprar.

Aún no sé por qué lo hice, pero mi reacción fue defenderme. Entre golpes, patadas y forcejeo me quité a ambos delincuentes de encima. El del arma me apuntó de nuevo y aún no sé cómo ni por qué no me disparó. Ambos, sorprendidos y maldiciéndome terminaron alejándose lentamente. Era como si no entendían el por qué no me mataban o seguían insistiendo, mientras yo, entre la rabia, la indignación y la sensación de haber exigido mi derecho a vivir en paz, recogía del suelo cada sardina y guayaba que se habían desparramado por todos lados.

Aún recuerdo lo que pensaba y me decía a mi mismo mientras recogía mis cosas y veía a los dos delincuentes irse como con ganas de volver: "No lo acepto, no lo acepto, no destruirán mi alma, no, no y no."

Ahora, ya en casa, después de abrazar a mi familia, refrescarme, almorzar (tarde, pero lo hice), escuchar a Iron Maiden mientras me tomaba un café y besar a mis hermanos perros y gatos, reflexiono y caigo en cuenta de que pude haber sido herido, asesinado, o por lo menos despojado de lo poco que tenía (menos de mi dignidad). Sí, reconozco que fue una imprudencia y una locura enfrentar a estas personas, pero ya basta. No lo acepto, ni estoy dispuesto a resignarme. No destruirán mi alma. No, y punto.

Mi pregunta principal es ¿Hasta cuando?

Dedico cada día de mi vida a promover la única forma comprobable de erradicar la violencia, desde el útero, pasando por la crianza, la educación y la sanación de la familia. Promuevo y practico el optimismo y la gratitud cada día de mi vida. No pierdo una oportunidad para sembrar, donde sea y cuando sea, una semilla de paz, de perdón y de conciencia, pero últimamente siento que la desidia y el desinterés de quienes tienen en sus manos las decisiones colectivas está cada vez más palpable y evidente.

Veo con mis ojos y siento con mi alma el compromiso de los hombres y mujeres que asisten a los talleres y conversatorios, su voluntad de ser agentes de cambio, su fe, sus ganas de no rendirse.

Pero a la vez, me siento cada vez más desprotegido, en las calles, cuando compro (cada vez con más dificultad) los alimentos para mi familia, cuando no encuentro medicinas ni veo voluntad de resolver dicha escasez, cuando no salgo de mi casa porque es muy temprano (5 am) o muy tarde (7 pm) y los delincuentes se sienten más seguros que yo en las calles.

Sigo creyendo, no destruirán mi alma, no acabarán con mi fe en el mundo y en la humanidad, pero ¿y si no logro verlo por convertirme en una cifra más? ¿y si le sucede algo a los míos por mi insistencia? ¿podré perdonármelo?

No pretendo que esto se transforme en una especie de queja estéril de mi parte, y mucho menos que se interprete como que me estoy rindiendo. Quise compartir mi desahogo porque se que muchos quizá lo vean como una respuesta a sus dudas, así como lo he visto yo mientras lo escribía. Necesitaba contarlo para sentirme en paz con lo que siento en este momento.

El aprendizaje:

*Seguiré viviendo cada día como si fuese mi último día.

*Seguiré eligiendo "mis batallas" y no tomándome nada personal.

*Seguiré eligiendo y decidiendo a qué dedicar mi tiempo y a qué no.

*Seguiré siendo prudente pero jamás me resignaré a vivir con
temor.

*Seguiré leyendo las señales y continuaré en mi decisión de avanzar y no estancarme.

*Esta noche oraré y pediré por esos dos señores que trataron de hacerme daño porque aún no conocen el Amor.

*No permitiré que nada ni nadie robe mi paz. ¡No!

*Actuaré en concordancia con el respeto y el Amor que me tengo a mi mismo y no esperaré a que me termine sucediendo algo que no pueda contar luego.

*Seguiré amando, seguiré creyendo y seguiré ayudando donde sea que me encuentre. Jamás dejaré que nadie me haga perder la fe en mi mismo o en los demás.

*Valoraré cada momento que pase con la gente que amo. Los abrazaré mucho más, escucharé con más interés lo que me digan y seré más paciente y tolerante con ellos y conmigo mismo.

*Confiaré (las semillas estás sembradas y esparcidas).
*Soltaré (muchas personas y muchos lugares aún me falta conocer).

*Seguiré trabajando en la conciencia, personal y colectiva. Seguiré trabajando en ayudar a la gente a empoderarse.

Las personas empoderadas y conscientes son inmunes a la manipulación y el engaño por parte de políticos, populistas, pseudolíderes, salvadores y "gurúes" que lejos de permitir el despertar, lo entorpecen con su ambición, sus mentiras y sus discursos vacíos.

Las personas empoderadas asumen la responsabilidad y promueven los cambios (me consta), pero necesita el terreno despejado para poder ejecutar las acciones.

Las personas empoderadas no culpan a nadie, pero requieren retirar cada obstáculo. Y el caudillismo transformado en demagogia es uno de los más grandes, tóxicos y paralizantes.

Por eso dedicaré cada hora que me queda a empoderar (aún más) a cada persona que la vida coloque en mi camino.

Por eso, sin descuidarme y sin descuidar mi propia felicidad, seré más promotor que nunca del Amor, de la nueva conciencia y de la libertad.

Por eso protegeré y amaré, aún más, a cada niño o niña que la vida ponga a mi lado y será mucho más humilde para verme reflejado en su mirada y en su sonrisa.

Por eso cuidaré aún más de mi jardín interno, lo regaré con Amor, lo abonaré con perdón y cuidaré cada aspecto que florezca en él, pero esta vez sin fronteras ni limitaciones físicas o geográficas, que existen sólo en mi mente y que, de descuidarme, me impedirán volar...


Por Elvis Canino Doula

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