James Carse, en su
libro “Finite and Infinite Games”, describe un mundo de juegos finitos en los
que los ganadores y los perdedores las reglas, los límites y el tiempo son
extremadamente importantes. En el Mundo de los juegos finitos, los títulos, las
adquisiciones y el prestigio son primordiales. La planificación, la estrategia
y el secreto son cruciales. Para convertirte en un maestro en el mundo de los
juegos finitos tienes un público que conoce las reglas y que te dará una
reputación. En el juego finito ser identificado con los perdedores es terrible
y peligroso. El juego finito valora los cuerpos, las cosas y las reputaciones.
La pérdida última es la muerte.
En este libro, Carse
explica que el resultado final del juego finito es la autoaniquilación porque
las máquinas que inventamos para ayudarnos en este juego de ganadores y
perdedores destruirán a los que confíen en ellas. La tecnología, el marketing,
la productividad son términos para animar a los jugadores a comprar más
máquinas y el valor de uno depende de
cuántas máquinas posee el jugador y lo bien que las haga funcionar.
También existe el juego
infinito, que puedes empezar a jugar si quieres. En este juego no hay límites;
las fuerzas que permiten que las flores crezcan son infinitas y esas fuerzas no
pueden ser dominadas ni controladas. El propósito del juego infinito es
conseguir que haya más gente que ría, ame, baile y cante. La vida misma es
infinitamente no comprensible. Estas fuerzas existían antes que nosotros y
seguirán existiendo tras los límites de la muerte y el tiempo.
Mientras el jugador
finito tiene que debatirse y aprender el lenguaje y las reglas para hacer
funcionar todas las máquinas, el jugador infinito habla desde el corazón y sabe
que las respuestas están más allá de las palabras y las explicaciones. Eso no
significa que los jugadores del juego infinito no puedan jugar también juegos
finitos. Pero no saben tomárselos en serio…”
Por Wayne W. Dyer