Hoy, hace exactamente hace un año, volví
(literalmente) a nacer. No deseo ahondar en detalles del por qué y el cómo me
sucedió ya que siento que no aportaría nada en este momento.
Sólo quería contarles que cuando recibí
conscientemente y de una manera quizás muy brusca la "otra
oportunidad", empecé a valorar (de verdad y en todo el contexto de la
palabra y del sentir) lo que realmente importa en mi vida, y me empeño (o al
menos trato) desde aquel día en soltar de una vez por todas aquello que me
enganchaba, me ataba y no me permitía avanzar.
No voy a negar que tuve mis dudas y mis
desencuentros personales mientras asimilaba el aprendizaje (y aún a veces), es
normal, soy humano y mortal (ese día lo supe con creces), pero hoy, mirando
hacia atrás se me hace más obvio el verdadero sentido de aquella vivencia, el
papel que jugaron el dolor, la duda, la rabia y la desesperanza en el sentir
posterior, en el aprendizaje (o desaprendizaje) y en el crecimiento.
En ese momento no podía verlo con claridad, pero una
parte de mí sí murió, y con ella se llevó mucho de lo viejo, dejando un gran
"vacío" que interpreté como miedo, como confusión, como hastío.
Hoy veo ese gran "vacío" tan lleno y tan
pleno, tan vivo y tan vibrante. Hoy, justamente hoy, me siento tan vivo y tan
lleno de esperanza. Hoy, después de haber rechazado (no sin temor)
extraordinarias oportunidades en otras latitudes me siento tan, pero tan
comprometido con el "parto" que ahora me está tocando presenciar, y
¿por qué no? doular y acompañar.
Un "parto" que ya da señales
inconfundibles e irreversibles de estar en la fase más hermosa que es la del
recibimiento de lo nuevo, de la vida, del Amor (así, con mayúscula).
No deseo extenderme, sino agradecer. A la vida, al
dolor, a la tristeza, a la incertidumbre, al miedo, a todo aquello que en su
momento sentí como el fin, y que ahora veo de manera tan clara y evidente que
no era sino un comienzo, un reinicio.
Sé que algunos aún pueden creer que ya no hay
esperanza, que no vale la pena, que es mejor abandonar. Los comprendo, los
respeto, los apoyo. Yo estuve allí, me sentí también así.
He acompañado partos y he visto con mis propios ojos
que después de pensar y sentir que ya no se puede, que es insoportable, que
ojalá pudiera de alguna manera revertirse o abandonarse el proceso (esto
obviamente no siempre es a nivel consciente), sucede el milagro, aparece la
magia, la esperanza toma forma, brinda aliento, se hace vida. Lo sé, lo he visto.
Lo veo hoy, lo siento y lo palpo hoy, justo ahora, a un año de "no
irme", a un año de preguntarme ¿y ahora? ¿qué hago aquí? ¿en qué y para
qué puedo servir?
Por Elvis Canino Doula