lunes, 29 de septiembre de 2014

Cuarto para las Doce...


Cuando intentes alcanzar tus metas, recuerda el "cuarto para las doce".

¿Has observado que el panorama suele verse más negro poco antes de ocurrir un viraje positivo? El hombre de negocios afirma que justo antes de hacer su fortuna, estaba a punto de claudicar. Le llegaba el agua al cuello cuando, de repente, todo empezó a cambiar. A punto de renunciar, se mantuvo firme justo lo necesario para dar a su trayectoria un giro de ciento ochenta grados y cosechar los frutos.

Quizá te haya ocurrido que cuando sientes que no vale la pena vivir, aparece una persona en tu vida que eleva tu ánimo hasta las nubes.

La vida es así porque existe el principio del "cuarto para las doce". Siempre hace más frío y está más oscuro antes del amanecer. Si resistimos lo suficiente, recibiremos nuestra recompensa.

En el acto de dar a luz, este principio entra en acción. Justo antes del gran milagro de la vida, la resistencia de la futura madre es sometida a una prueba de fuego, por medio de intensos dolores y gran angustia (¡Dice mi mamá que valió la pena!).

En cuanto reconocemos la existencia del "cuarto para las doce", la vida pierde mucho de su carácter traumático. En efecto, la creación parece someternos a prueba todo el tiempo, para ver si en verdad tomamos en serio nuestras metas. Si resistimos un poquito más... ¡Oh alegría!

Conocer este principio es tener una buena ventaja. Cuando todo es un caos, podemos decirnos: "¿De modo que todo marcha mal? Eso quiere decir que aquello por lo que tanto he luchado puede estar a la vuelta de la esquina". Por lo tanto, deberíamos sentirnos mejor.

Generalmente estaremos a prueba, en alguna forma, antes de recibir algo valioso. Si estamos conscientes del principio del "cuarto para las doce" y enfrentamos las dificultades conscientes de que son parte del proceso de lograr el éxito, en primer lugar no seremos desertores y, en segundo, obtendremos lo que queremos en la vida.

No te engañes. El principio del "cuarto para las doce" generalmente no es señal de una situación real. Cuando todo se ve "color de hormiga" puede ser el momento de celebrar. Quizá ya estés cerca de la meta.


Por Andrew Matthews



viernes, 6 de junio de 2014

"La Belleza que no vemos"


Hay muchas frases pesimistas que solemos escuchar: "en este País ya no se puede vivir", "esta ciudad es un infierno", "a la gente ya no le importa nada"... podríamos continuar encontrando aquellos dichos que más has escuchado (e incluso los que más has pronunciado), pero no es mi intención seguir alimentando el malestar, sino por el contrario, aprender a mirar la belleza que no vemos por estar acelerados y con estrés.

La belleza existe y existirá siempre, pero no es algo que esté ahí afuera independiente de ti para existir. ¿Donde queda el aroma del jazmín si no lo podemos apreciar? ¿Qué hace el sonido del mar sin nadie que lo escuche? ¿Cómo despliega su sabor un mango sin que sea saboreado?

En donde sea que vivas (una ciudad, un pueblo, la montaña, el mar) siempre podrás encontrar lugares y personas que te produzcan rechazo o te disgusten, y también con quienes te conecten con el placer, el amor y la paz, que eso en definitiva es la belleza.

Imagina un niño de tres años que ríe a carcajadas porque sí, a solas en un lugar. Él está feliz, radiante, pleno y presente. De pronto entras tú y el niño deja de reir. Cuando te vas e ingresa su mamá, vuelve a sonreir. Podríamos decir que se cohibió ante un desconocido, esa sería la explicación más común y tranquilizante, pero este ejemplo es una metáfora para que reflexiones.

Si el niño es el mundo en el que vives, y lo que ves te mira con seriedad... ¿Qué cambios podrías hacer para que te sonría? ¿Cómo podrías aprender a ver la belleza cuando no está a primera vista, o cuando está frente a tus ojos pero no la registras?
No estoy diciendo que vayas a un basural e imagines que estás en un campo de flores, eso sería una fantasía, estoy diciendo que comiences a preguntarte cómo es que a algunas personas les resulta más fácil ver lo bello y a otras les resulta muy difícil.

Adquirir la habilidad de ver la belleza de la vida requiere de práctica y del desarrollo de tu inteligencia emocional y sensorial. Este tipo de inteligencias se desarrollan a través de la voluntad y el firme propósito de observar tu actitud ante los detalles cotidianos.


¿Cuáles son los detalles a observar en tu vida todos los días para chequear cuán cerca o lejos estás de la belleza que no has visto hoy?

* Mirar a los ojos a las personas con las que te relacionas y percibir si la mayoría de la gente te sonríe y se relaja o se pone seria y se defiende.

* Observar cuántas veces al día te encuentras asombrándote por las maravillas que descubres cada vez que sales de tu casa, o si te encuentras en conversaciones internas de cansancio, desconfianza o desgano.

* Percibir si buscas conectar con el mundo a través de los sentidos (olfato, vista, gusto, sonidos) o casi exclusivamente a través de conversaciones puramente mentales o lingüísticas.

* Observarte si dejas espacio en tu vida para divertirte y jugar, o eres siempre un adulto demasiado responsable y aburrido.

* Reconocer si la mayoría del tiempo tienes facilidad para agradecer por lo que tienes o por el contrario caes fácilmente en reclamos y quejas.


Regalar Belleza

En las cinco situaciones descritas arriba, obviamente la primera opción es la actitud que te acercará cada vez más a ver y vivir la belleza que no has visto hasta ahora. Y si ya te sientes bastante en sintonía con esa belleza, cuanta mayor sea la conciencia mejor será la calidad de conexión con esa belleza. Los mundos sutiles te revelarán cada vez más sus secretos ya que estarás atento a recibir sus mensajes.

¿Estás preparado para dar un salto cuántico en tu capacidad de conexión con un mundo que se le muestra sólo a quien tiene ojos para ver?
Si este artículo te lleva a reflexionar y predisponerte a ver más allá de lo común... entonces mis palabras y tu vida podrán conectar con algo esencial: un nuevo sentido, el de ser maestros en apreciar la belleza para ti mismo y para regalarla a los demás.


Por Ignacio Trujillo

Fuente: Columna Cuerpo+Mente+Espiritud (Diario 2001)