domingo, 6 de enero de 2019

10 Pasos para amarse uno mismo:


1. Deja de criticarte. La crítica nunca cambia nada. Niégate a criticarte. Acéptate exactamente tal y como eres. Todo el mundo cambia. Cuando te criticas, tus cambios son negativos. Cuando te apruebas, tus cambios son positivos.

2. No te asustes. Deja de aterrorizarte con tus pensamientos. Es una forma horrible de vivir. Busca alguna imagen mental que te produzca placer (la mía son las rosas amarillas) e inmediatamente reemplaza el pensamiento aterrador por uno agradable.

3. Sé amable, apacible y paciente. Sé amable contigo. Pórtate bien contigo. Ten paciencia contigo mientras aprendes esta nueva forma de pensar. Trátate como tratarías a una persona a la que verdaderamente amas.

4. Sé tolerante con tu mente. El odio a uno mismo es el odio a los propios pensamientos. No te odies por tener los pensamientos que tienes. Cámbialos suavemente.

5. Elógiate. La crítica destruye el espíritu interior. El elogio lo construye. Elógiate todo lo que puedas. Alábate por lo bien que haces las cosas, por más insignificantes que sean.

6. Bríndate apoyo. Busca formas de apoyarte. Recurre a tus amigos y déjate ayudar. Es muestra de fortaleza pedir ayuda cuando se necesita.

7. Sé indulgente con tus aspectos negativos. Comprende que los creaste para satisfacer una serie de necesidades. Ahora estás encontrando formas nuevas y positivas de satisfacer esas mismas necesidades. De modo que deja amorosamente que las viejas pautas negativas se vayan.

8. Cuida de tu cuerpo. Infórmate sobre cuál es la nutrición adecuada para ti. ¿Qué clase de combustible necesita tu cuerpo para obtener la energía y vitalidad óptimas? Infórmate sobre las distintas modalidades de ejercicio físico que existen. ¿Qué tipo de ejercicio te gustaría hacer? Mima y venera el templo en el que vives.

9. Trabajo con el espejo. Mírate a los ojos a menudo. Expresa el creciente amor que sientes por ti. Perdónate mirándote al espejo. Conversa con tus padres mirándote al espejo. Perdónalos también.

10. ¡Hazlo ya! No esperes a sentirte bien, ni a perder peso, ni a tener el nuevo empleo o la nueva relación. Empieza ahora a hacer cosas y hazlas lo mejor que puedas.

(Louise L. Hay)


sábado, 29 de diciembre de 2018

Hoy hace seis años…


Hoy, hace exactamente seis años aprendí (o quizá recordé) unas cuantas cosas que deseo compartir con ustedes:

*Aquello que crees que es importante para ti, lo que "tienes", lo que crees que es indispensable para ser feliz te puede ser arrebatado en fracciones de segundo.

*Antes de enojarte con alguien o con algo, piensa si realmente vale la pena.

*Antes de aferrarte a las cosas, recuerda que te irás del mundo como llegaste... sin nada.

*No atesores cosas... atesora amig@s... y momentos.

*Antes de angustiarte tanto por tus problemas de hoy, pregúntate cuánto te importarán en 5 años.

*Antes de discutir, juzgar y cuestionar a los seres que amas, pregúntate si mañana estarán allí, a tu lado.

*Lo que se ensucia puede limpiarse.

*Lo que se desordena puede reordenarse.

*Lo problemas (todos) tienen solución y aprendizaje incluido... siempre.

*La vida es una sola y estamos acá para VIVIRLA, saborearla, disfrutarla, agradecerla y dejarla un día.

*La lluvia es hermosa... pocas cosas te harán sentir tan vivo como las gotas de lluvia sobre tu rostro (no esperes a no poder experimentarlo para apreciarlo).

*Aquello que aprendas, compártelo. Si no se comparte ¿de qué sirve?

*En los malos momentos suele contarse con quien menos esperas.

*Sonríe hoy. El Ahora es el único momento que podemos cambiar YA.

Y la más importante (en lo que a mi propia vivencia respecta):

*Cuando conduzcas, por favor utiliza el cinturón de seguridad... y nunca, NUNCA lleves a tus hijos sin él.

Por Elvis Canino Doula


sábado, 22 de septiembre de 2018

Hoy, hace 4 meses...


Hoy hace 4 meses pisé suelo peruano en una travesía que siempre he sentido como algo que debía hacer tarde o temprano, a su debido tiempo y en sus debidas circunstancias. Elegí hacerlo por tierra, aunque podía haberlo hecho por aire, mi intuición me lo indicaba, necesitaba vivirlo de la manera en que lo viven muchos de mis compatriotas, tenía que conocerlo con bases para poder saber si lo que se hablaba era cierto o no.

Fue muy duro. La primera travesía para llegar a Colombia fue intensa, mirando en diferentes estados del país la desesperación de las personas por subir a camiones que reemplazan a los medios de transporte convencionales, las alcabalas de la Guardia Nacional requisando las maletas, pero no para detectar contrabando sino para robar. Preguntando a cada quien cuanto carga y a dónde se dirige para robar los pocos dólares que pueda cargar esa persona consigo y dejando en la vía a uno que otro por no caer en el juego, por no “colaborar”.


En Colombia no fue tan distinto, me tocó pasar casi dos días haciendo una cola en actitud casi de súplica para sellar mi pasaporte y pasar a Ecuador, pegándome a personas desconocidas para no congelarnos, viendo como algunos se desmayaban mientras que el personal de migración y algunos periodistas nos fotografiaban y se reían. Fue allí cuando por primera vez estuve a punto de regresarme y abortar los planes, hasta que mi hija y Janeth, a pesar del dolor que sentían por nuestra separación me dijeron: “Sigue, tú puedes”. Fueron mis doulas, y tomando en cuenta que Eva ha acompañado no pocos partos junto a nosotros, sé que lo fueron literalmente.

El paso por Ecuador fue más grato y respetado, sin embargo, fue igual de tortuoso a la hora de sellar los documentos y no dejé de sentirme como alguien que debía algo, con el trato despectivo que ya algunos funcionarios, obviamente insensibilizados y mecanizados nos daban.


Finalmente llegué a Perú. Se suavizó un poco la cosa, pero tampoco fue grato el paso fronterizo. Allí viví una prueba de fuego que me hizo comprobar que este viaje era una re-creación de mi propio duro y conflictivo nacimiento, el cual ya me había tocado recordar en mi formación de Renacedor. Me dijeron, de manera despectiva y brutal, que debía viajar en el baño o quedarme a riesgo, que no había otra manera de que me llevaran a Lima ese día, a pesar de que había pagado mi pasaje completo y con anticipación.  Fue muy duro, llevaba 6 días casi sin dormir y con poco alimento e hidratación, me sentía vejado, irrespetado, tratado como un prisionero aún sin haber cometido ningún delito. Fue allí cuando por segunda vez pensé seriamente en regresarme y volver a mi vida, aún con la difícil situación que atraviesa mi país, situación que me llevó a tomar esta decisión después de casi dos años de haberlo considerado, incluso con algunas ofertas tentadoras y haber dicho siempre que no, que aún no.

Fue allí cuando me pregunté: ¿Y no es esto lo que sueles ver en muchos partos? ¿No te consta a ti que cuando se cree que ya no se puede y se pide, a veces a gritos, anestesia o cesárea, es cuando ya el bebé está cerca, cuando el parto está a poco de feliz término?

 

Acepté viajar "en el baño", saqué de mi maleta (de la que ya me habían robado algunas cosas en el transcurso de este viaje) el libro “El Amante Cósmico” de Paramahansa Yogananda y pasé todo el trayecto conversando con su imagen, la que aparece en la portada. Llorando, orando… pero también agradeciendo a Dios, cuya presencia jamás en mi vida he sentido con tanta Fuerza como en ese preciso momento, uno de los momentos más terribles y humillantes de mi vida. De toda mi vida.


Luego llegué a Lima, renací, terminó el expulsivo. No hizo falta cesárea esta vez. No nací con asma y deficiencia hepática esta vez. No fui tratado con violencia en el postparto esta vez, ni fui llevado a cuidados intensivos, aunque no puedo negar que mi alma se encontraba en un estado en que quizá lo requería.
Acá en Lima fui recibido con Amor y calidez desde el primer día. No voy a decir que ha sido fácil, pero tampoco puedo obviar lo bendecido que he sido en esta nueva etapa de mi vida.

Aún lloro, mirando a Yogananda, pero me consuelo en su lectura. Extraño mucho a mi familia, a mi Tribu, a mis perritas y a mis gatos. Mis libros sé que me extrañan, mi sillón sé que también está incompleto. Las personas que acudían a mi consulta y a la Lomita siempre me escriben y me desean lo mejor, aunque uno que otro me ha confesado que esperaba que me quedara allá, a lo que he respondido: "Yo también".


Me aferro ahora más a la Esperanza, a la entrega a mi trabajo, que no se ha detenido ni un solo día, a pesar de los contratiempos. El saber que Janeth y Eva estarán pronto conmigo me impide dudar a estas alturas. Y el haber tenido y seguir teniendo a tanta gente hermosa y colaboradora alrededor, tendiendo la mano, dándonos apoyo y hasta "doulándonos" me demuestra que la vida siempre, SIEMPRE, te devuelve aquello que has dado, especialmente si lo has hecho de manera desinteresada.

Mi llegada a Lima y lo que ha venido luego lo contaré en otra nota, por hoy sólo quería compartir mi reflexión sobre algunas cosas vividas en la primera travesía de esta nueva etapa, quizá para drenar y para llorar (pero de amor y gratitud) un poco. ¡Sí que me hacía falta!

Hoy, a 4 meses, y a mucho extrañar, no quiero cerrar sin darte las gracias. Sí a ti, tú sabes por qué. Gracias por tanto. Ojalá podamos (los tres) un día retribuirte con creces.
¡Me amo, te amo, nos amo!


Por Elvis Canino Doula

lunes, 23 de abril de 2018

Mi amigo el Yopo (Parte 1)


Quienes me conocen saben la tremenda conexión que tengo con este espacio en el que me encuentro en la foto (La Lomita) y en especial con el árbol que está detrás. Siempre que realizo una actividad allí, bien sea un Conversatorio o un Círculo como por ejemplo el de Hombres, abrazo ese árbol para recargar (¿o decargar?) energía y luego me dedico a lo que iba.


El abrazo de ayer fue tremendamente mágico, ya que me encontraba (o me encuentro aún, pero en un nivel diferente) en un estado emocional muy especial.

Abrazar árboles no es nada nuevo para mí. Siempre lo hago; en mi adolescencia se convirtió en una de las maneras más prácticas de recuperar mi paz en circunstancias adversas que, por cierto, no fueron pocas.

Como buen hijo de mi Caracas soy un enamorado de la hermosa montaña que la protege y bordea, el Waraira Repano (o Cerro el Ávila). Allí, el abrazar árboles fue desde la niñez una de mis actividades favoritas. Aprendí incluso a escuchar y sintonizarme con su respiración y es una de las cosas que me he empeñado en transmitir a mi hija.

Pero este árbol que se encuentra en la foto es un amigo muy especial. Lo llamamos "El Yopo". Poco a poco les iré contando sobre él. Y ojalá un día puedan conocerlo... y abrazarlo.

Por Elvis Canino Doula

martes, 27 de marzo de 2018

Hoy, a un año…


Hoy, hace exactamente hace un año, volví (literalmente) a nacer. No deseo ahondar en detalles del por qué y el cómo me sucedió ya que siento que no aportaría nada en este momento.

Sólo quería contarles que cuando recibí conscientemente y de una manera quizás muy brusca la "otra oportunidad", empecé a valorar (de verdad y en todo el contexto de la palabra y del sentir) lo que realmente importa en mi vida, y me empeño (o al menos trato) desde aquel día en soltar de una vez por todas aquello que me enganchaba, me ataba y no me permitía avanzar.

No voy a negar que tuve mis dudas y mis desencuentros personales mientras asimilaba el aprendizaje (y aún a veces), es normal, soy humano y mortal (ese día lo supe con creces), pero hoy, mirando hacia atrás se me hace más obvio el verdadero sentido de aquella vivencia, el papel que jugaron el dolor, la duda, la rabia y la desesperanza en el sentir posterior, en el aprendizaje (o desaprendizaje) y en el crecimiento.

En ese momento no podía verlo con claridad, pero una parte de mí sí murió, y con ella se llevó mucho de lo viejo, dejando un gran "vacío" que interpreté como miedo, como confusión, como hastío.

Hoy veo ese gran "vacío" tan lleno y tan pleno, tan vivo y tan vibrante. Hoy, justamente hoy, me siento tan vivo y tan lleno de esperanza. Hoy, después de haber rechazado (no sin temor) extraordinarias oportunidades en otras latitudes me siento tan, pero tan comprometido con el "parto" que ahora me está tocando presenciar, y ¿por qué no? doular y acompañar.

Un "parto" que ya da señales inconfundibles e irreversibles de estar en la fase más hermosa que es la del recibimiento de lo nuevo, de la vida, del Amor (así, con mayúscula).

No deseo extenderme, sino agradecer. A la vida, al dolor, a la tristeza, a la incertidumbre, al miedo, a todo aquello que en su momento sentí como el fin, y que ahora veo de manera tan clara y evidente que no era sino un comienzo, un reinicio.

Sé que algunos aún pueden creer que ya no hay esperanza, que no vale la pena, que es mejor abandonar. Los comprendo, los respeto, los apoyo. Yo estuve allí, me sentí también así.

He acompañado partos y he visto con mis propios ojos que después de pensar y sentir que ya no se puede, que es insoportable, que ojalá pudiera de alguna manera revertirse o abandonarse el proceso (esto obviamente no siempre es a nivel consciente), sucede el milagro, aparece la magia, la esperanza toma forma, brinda aliento, se hace vida. Lo sé, lo he visto. Lo veo hoy, lo siento y lo palpo hoy, justo ahora, a un año de "no irme", a un año de preguntarme ¿y ahora? ¿qué hago aquí? ¿en qué y para qué puedo servir?

Por Elvis Canino Doula

sábado, 13 de enero de 2018

Reflexión y compromiso...

La vida tiene extrañas formas de mostrarnos lo efímera que es, lo vulnerables que somos y lo "pequeños" que son nuestros problemas, por más que insistamos en magnificarlos.

Es muy triste que muchas veces tengamos que esperar "sacudones" emocionales para reencontrarnos con alguien que queremos, para tomarnos ese café tantas veces pospuesto y para abrazar a quien abrazábamos seguido y de manera tan espontanea en algún momento y lugar de nuestro recorrido por este planeta.

Es igualmente lamentable que debamos experimentar, con dolor en muchos casos, lo fácil que puede ser perder todo aquello de lo que nos sentíamos tan seguros y tan "dueños".

Triste es también tener que sentir miedo, tristeza o incertidumbre para comenzar a agradecer por aquello (por poco que sea) que tenemos y por los regalos con los que la vida nos bendice constantemente a pesar de lo poco que, en muchos casos, le devolvemos en amorosa retribución.

Hoy, decido que no perderé un minuto más de lo que sea que me quede, en lamentarme sin proponer soluciones.

En cada situación en la que me sienta tentado a aferrarme a la negatividad, a la ingratitud, al pesimismo y al juicio, aportaré, bendeciré, agradeceré, daré, amaré, escucharé, abrazaré, actuaré, contruiré, perdonaré, comprenderé, insistiré, soltaré.

Preguntaré cada día a las personas que la vida pone frente a mí (empezando por aquella a la que veo en el espejo al despertar), y a la vida misma: ¿Qué puedo hacer hoy por ti?

Por Elvis Canino Doula

sábado, 30 de diciembre de 2017

Sobre la Perseverancia...

Nunca evalúo mis cierres de año según mis logros o mis fracasos, y quisiera aclarar que eso no quiere decir que no sean importantes para mí.

En especial, me encantan los fracasos, ya que dejan siempre un sabor de aprendizaje y una sensación de querer continuar, a como dé lugar. ¿Qué sería de mí hoy, sin mis fracasos de ayer?

Los logros también son una bendición, pero hay que tener cuidado con ellos pues pueden hacernos sentir demasiado cómodos y estancarnos, por eso prefiero disfrutarlos, pero sin darles demasiada importancia, y sin aferrarme a ellos.

A la hora de evaluar tanto mi cierre de año como mis ciclos de vida nada es tan importante para mí como la perseverancia.

Sí, me gusta medir mi perseverancia más que cualquier logro o triunfo que haya tenido, o no. Mi perseverancia me dice mucho sobre mí, me permite medir cómo ha estado mi fe, cómo se ha sentido mi alma; me permite evaluar el tamaño de mis sueños, mis razones, mi por qué.

La perseverancia me permite hacer consciente qué tan feliz he sido, si me he mantenido o no en mi propósito, y si sigo o no comprometido con lo que sea que hago.

La perseverancia no necesita un mapa o una guía específica, mucho menos un maestro o gurú. Se alimenta con pequeñas acciones, con sueños, con sonrisas, con lágrimas, con trasnochos, con sudor... con gratitud.

Ella, la perseverancia, es una gran aliada. Me invita a ser humilde y a no confundir propósito con complacencia. Me anima en aquellos momentos en los que aquello que ocurre a mi alrededor me invita a desanimarme. Me recuerda que no estoy solo y que siempre (SIEMPRE) puedo volver a comenzar.

La perseverancia es la "Energía Creadora" haciéndose sentir a través de mí. Es mi razón para estar, mi consuelo y mi motor. Cada día la alimento con acciones, con amor y con grandes dosis de gratitud.

Decido en este cierre de año no mirar atrás. Ni siquiera mirar demasiado adelante, ya que ello me distrae de mi presente. Me aferro a mi perseverancia y a lo que hago, digo, pienso y siento justo aquí, ahora.

Solo así puedo decir, con el corazón saltando de alegría, que ha valido la pena estar vivo...


Por Elvis Canino