"Debe haber una
transformación real y auténtica en el corazón del adulto, un trabajo de
autoeducación, para luego recién estar en condiciones de educar a otros."
(Gabriela Béduchaud)
Todos llevamos dentro
al niño que fuimos. Tal vez sus heridas no hayan sido sanadas aún y
permanezcamos disociados de él para no sentir el dolor. Es necesario prestar
atención a esas heridas, puesto que a partir de allí hemos elaborado defensas y
mecanismos de autoprotección que nos desviaron de nuestra verdadera esencia.
Así funcionamos los
seres humanos.
Es probable entonces
que, como consecuencia, nos resulte difícil conectarnos tanto con nuestro niño
interno como con el externo que se nos da a través de nuestros hijos, nuestros
alumnos, nuestros pacientes.
Hallar maneras para
reencontrarlo y ponernos de nuevo en contacto liberará nuestra alma y fluirá
sin obstáculos la relación con los pequeños, lo que nos pondrá en mejores
condiciones de acompañarlos en la vida.
Por Gabriela Béduchaud